València, Palau de Les Arts 28- 6-2018. La Clemencia de Tito, de Wolfgang Amadeus Mozart.
Ópera seria en dos actos, K.621, de 1791. Versión semi-escenificada en el Auditori. Dirección de escena: Allex Aguilera. Dirección Musical: Nimrod David Pfeffer.
Parecía que la última ópera de esta temporada llegaba con mal pie después de la dimisión del director Fabio Biondi, la renuncia por «problemas burocráticos» del protagonista principal, el tenor René Barberá e incluso por la amenaza de huelga del Cor de la Generalitat, que al final no se produjo. Asistí a la segunda y última representación (sigo sin entender porqué hay tan pocas representaciones) y la verdad, es que quedé bastante satisfecho. Pese a que la Sala Sinfónica de Les Arts no tiene las condiciones para escenificar la ópera, Allex Aguilera consiguió, con sólo dos alturas, una escalera y un justo juego de luces, meternos en la Roma del emperador Tito, en el siglo I.
Dicen que interpretar a Mozart es muy difícil y que solamente unos pocos maestros pueden hacerlo. Lo sabemos, pero creo que con buenos músicos y buen gusto, poco más necesita Mozart; él ya lo dejó escrito sobre pentagramas.
El director responsable de esta versión, ha sido el israelita David Pfeffer, actualmente director asistente del Metropolitan de Nueva York. Más conocido como pianista, este joven director es la primera vez que actúa en España. Ha dirigido las óperas «El Rapto en el Serrallo», «Idomeneo», «La Flauta mágica» y recientemente, en Tel Aviv, «Don Giovanni», todas ellas de Mozart. Parece pues, que no le va nada mal el genial salzburgués. El buen gusto del que hablábamos antes, surgió, y los excelentes músicos los tenía sentados enfrente, cantando en la parte superior del escenario e incluso algunos de los cantantes protagonistas.
Es el caso de la mezzosoprano Margarita Gritskova, quien, con una voz muy atractiva y una excelente movilidad, cantó el papel de Sesto, amigo personal de Tito, convertido en el traidor que intenta matarle. El papel estaba pensado para un castrato. Mozart adoraba el canto desde muy pequeño y tuvo muy buena relación con algunos castrati de su época, aunque ya estaban en decadencia a finales del XIX. Muy bella la interpretación del aria más famosa de esta ópera: «Parto, parto, ma tu ben mio», con otro excelente solista del que hablaré más adelante.
Tanto Karen Gardeazabal, soprano mexicana en el papel de Servilla, la mezzo Nozomi Kato como Annio (otro papel para castrato) y el bajo, Andrea Pellegrini, como Pluvio, estuvieron bastante bien, sin desmerecer el nivel global. Estos tres intérpretes están o han salido del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo.
La parte más floja, a mi modo de ver, estuvo en los dos papeles principales; el de Tito, rol de tenor interpretado por Carlo Allemano, y el de Vitellia, en la voz de Eva Mei. Al primero le faltó bastante brillo en la voz, aunque no presencia física. No llegó a convencer de esa clemencia, de esa magnanimidad que se le atribuye a este emperador. Eva Mei, la más conocida de todo el repertorio, no está en su mejor momento y por lo tanto, no destacó como debía (algunos pasajes graves no se le escuchaban apenas), siendo superada con creces por Gritskova, por cierto, bastante más bajita.
El Cor de la Generalitat estuvo, como siempre, a un gran nivel, pese a que su papel en esta obra es bastante reducido (cuatro intervenciones, más el Final), además de estar subiendo y bajando las escaleras continuamente, hasta llegar casi a molestar. Era eso, o estar dos horas y quince minutos de pie, estáticos, en lo más alto.
Y qué decir de la Orquestra de la Comunitat; excepcional, aunque no olvidemos que hay que mimarla debidamente, pues es una de las mejores orquestas de foso del mundo. Tomen nota, señores políticos: es necesario cubrir las plazas de la Orquesta que han ido cayendo por el camino y consolidar también las plazas del Cor para aumentar su estabilidad.
La mejor prueba de la calidad de los músicos, la pudimos comprobar en las dos intervenciones del clarinetista Joan Enric Lluna, en el aria de Sesto arriba mencionada y en la última de Viteilla «Non più di fiori». Qué belleza de sonido, claridad de articulación y buen gusto. Mozart, en el año de su fallecimiento, compuso, posiblemente, su mejor música, la más bella. Fue un gran enamorado del clarinete, gracias a su amigo Anton Stadler, que por cierto, junto a su hermano eran los clarinetes que estrenaron «La Clemenza di Tito» con la Orquesta de Praga. Posiblemente, por este motivo introdujo Mozart dos clarinetes en Sib y un solo con corno di bassetto en la ópera. El clarinete de Stadler, tanto en La como en el Concierto de Clarinete K. 622, de 1791, como en Sib, llegaba hasta un do grave (los clarinetes normales llegan hasta un Mi, siendo su sonido real un Re). Mozart explora en estas dos arias ese magnífico registro, el de Sib, claro y brillante y más oscuro el del corno di bassetto, pero aterciopelado.
En plena composición de «La Flauta mágica», recibió Mozart el encargo de componer una ópera para la coronación de Leopoldo II, como rey de Bohemia en Praga. Salieri había rechazado el trabajo, pero Mozart, aunque no le interesaba mucho el libreto, necesitaba el dinero, ya que los gastos de su mujer en el balneario de Baden eran muy altos y, además, Constanze estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo. Mozart había sido nombrado, el 28 de abril, asistente de Kapellmeister de la catedral de San Esteban, pero ¡sin remuneración! En agosto recibió el misterioso encargo de componer un Requiem que nunca pudo terminar. En octubre, orquesta parte del «Concierto para clarinete» K.622 y en una visita a Baden escribe su «Ave verum corpus». Viajando a finales de agosto hacia Praga con su familia y su alumno Süssmayr, termina con la ayuda de éste la ópera para el emperador (también terminaría el «Requiem» K.626, a petición de Constanze). Compone la obertura de la ópera ya en Praga, siempre en último lugar, como la mayoría de sus óperas. Se estrena «La Clemenza di Tito» con presencia del nuevo rey el 6 de septiembre, al principio, con poco entusiasmo por parte del público.
En pocos días cambió por completo esta situación: la ópera tuvo mucho éxito, al igual que el singspiel que estrenó en Viena el 30 del mismo mes. Excesivo trabajo, poco descanso; hoy lo llamaríamos estrés. Bastante deprimido en su estado de ánimo, creía que estaba siendo envenenado y que el Requiem era para él. Hasta el 5 de diciembre…
María Luisa, la esposa del emperador coronado, dijo el día del estreno que la obra le parecía una «porcheria tedesca» («porquería alemana»). Juzguen ustedes mismos.